Reseñas
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He oído hablar muchas veces del Mind The Gap, pero creo que solo he estado una vez, y fue rollo vistoynovisto. Sin embargo, el día que yo fui al Next Level (ayer), no pasaba tanto lo que dice María Clara de la humedad, pero sí es cierto que el sitio, a ser un poco subterráneo, pierde un poco de color.
Es literalmente la única cosa mala que se puede decir de este lugar. Entramos un día de diario y por fortuna --para nosotros, claro-- no había nadie. Jugamos a lo que quisimos, y las veces que quisimos (nos pasamos el mitiquísimo Cadillac & Dinosaurs, ¿hola?). Los tipos que lo llevan (o los que había allí al menos) son híper majos y nos explicaron cómo funciona: la consumición es obligatoria, pero a cambio... LAS MÁQUINAS SON GRATIS.
En serio, ¡las máquinas son pu-to-gra-tis! Nosotros pedimos unas cervezas (Ámbar) que cuestan 3€ el tercio. Nada caro (os recuerdo que el precio de las cervezas en el Madrid nocturno está por encima de los 5€, y si vas al Medias Puri te soplan 10 napos del ala sin pestañear siquiera) y a cambio tienes horas y horas de diversión.
Nosotros nos tiramos ahí... ¿dos horas? Quizá más. Con un par de cervezas cada uno y meados de la risa jugando al Street Fighter, al Pang, al Cadillac & Dinousarus (pasándonoslo, de hecho) al Sonic, a uno de un taxi que no había visto en mi vida y a la que es (para mí) la joya de la corona: LA MÁQUINA DE BAILAR.
En serio, id y haced rica a esta gente. Se lo merecen. -
Creo que es justo y necesario que actualice mi reseña, porque cualquiera podría decir, leyendo la primera, que no iba a volver... Y sin embargo he vuelto sin parar últimamente, y hay cosas que ahora mismo he valorado de forma diferente. La decoración sigue sin terminarme de convencer pero, oye, hay cosas más importantes. A saber:
1. Emiten RuPaul's Drag Race todos los sábados a las 22:00 horas. Mientras sea temporada, claro. Es decir, ahora mismo lo hacen. Si no has visto todavía RuPaul's Drag Race te estás perdiendo:
a) Uno de los mejores productos televisivos en décadas.
b) Una auténtica celebración de la cultura queer.
Así que ponte al día, reina, porque los sábados se convierten en una especie de comunión entre todos los clientes del bar, que ven al mismo tiempo el programa, se ríen con las bromas y bueno, que es la pera vivir esa experiencia. Y hay que agradecérsela a Barbanarama.
2. Tienen 2x1 hasta las ¿23:00? No lo sé exactamente, lo estoy diciendo de memoria -y mi memoria a veces se nubla en función del uso que haya hecho de la citada promoción-. Pero hay 2x1, y es magnífico, porque bebes por la mitad de precio.
3. Por si el punto anterior fuera poco, los precios están muy bien. Punto pelota. Tanto cervezas como copas están a muy buen precio.
4. Cobran con tarjeta. El importe que sea. ¡Hola, siglo XXI! Estoy harto de bares de modernos que no cogen tarjeta, o de bares de toda la vida que se resisten a ponerse un TPV, cuando cada vez es más difícil sacar dinero del cajero.
5. Los camareros son amor. Saben lo que bebes, te saludan al entrar, tienen súper buen rollo con la gente. A mí ni siquiera me han escupido (y bien merecido me lo tengo) por esaa reseña que les escribí que cada vez que la veo me avergüenzo. Gracias, chicos.
6. Es un espacio inclusivo. Es gracioso cómo en Chueca, que debería ser un espacio abierto y donde no se perpetuasen las convenciones de género impuestas por la sociedad, nos encontremos cada vez más con bares y discotecas que prohíben la entrada no solo a mujeres, sino también a personas que no encajen con el estereotipo masculino (sí, Bearbie, os estoy mirando a vosotras. Es vergonzoso no solo que no permitáis el acceso a mujeres, sino también que no permitáis el acceso a personas de género fluido. ¿A qué demonios estáis jugando?). Esto no pasa en Barbanarama: eres bienvenido seas quien quieras ser. Mujer, hombre, trans, drag, no binario... Y desde aquí quiero darles las gracias por poner su granito de arena a la hora de dilapidar la tendencia de la masculinidad tóxica (tendencia muy machista, por otro lado) que se ha instalado en el colectivo gay de un tiempo a esta parte.
7. La música. Cada vez que leo lo que escribí sobre la música me dan ganas de pegarme un tiro. ¿Puedo ser más redicho? ¿Puedo ser más snob? ¿Puedo ser más gilip*llas? Probablemente no. Todas las demás veces que he ido me ha encantado la música, la selección ha estado genial y me lo he pasado de locura imitando a grandes divas pop. El sitio no deja mucho lugar para el baile, pero ¿a quién le importa? Solo hay que tener ganas.
Y este es el motivo, queridos niños, por el que a veces no se pueden juzgar lugares por su primera impresión. Y si se hace, en algunas ocasiones conviene dar una segunda oportunidad. E igualmente, es justo y necesario rectificar, que es de sabios.
Así que desde aquí espero que tengamos mucho Barbanarama y por muchos años. Y a todos los que no lo conozcáis, es el momento de que os acerquéis. -
Dentro de la Design Festa Gallery se enclava este restaurante. Nosotros lo conocimos por casualidad un día que entramos a la galería, y se nos quedó en la mente para probarlo en otro momento. En este sitio te haces tu tu propio Okonomiyaki o tu propio soba, en una plancha (teppan) instalada a tal efecto en tu mesa. Obviamente, vas a salir de ahí oliendo bastante a frito, aunque la experiencia merece bastante la pena.
Cuando llegue tu plato, todo perfectamente colocado en un bol para que lo mezcles y lo prepares con tus propias manos, también te darán unas instrucciones para organizarte y cocinar tu plato. ¡Es importante que las sigas!
Obviamente el Okonomiyaki no te va a quedar perfecto ni tan rico como si lo hiciera un profesional, pero al menos te vas a reír de lo lindo. -
Veníamos furiosos de otro sitio, donde nos habían cobrado un dineral por unos cócteles y nos habían tratado fatal, así que cuando llegamos aquí, casi saltamos de alegría. ¡Los cócteles solo costaban 8 dólares! ¡Fiesta!
El Lark estaba animadísimo, lleno de gente bebiendo pintas y disfrutando del after work. Había bastante barullo en el local, y a pesar de eso nos atendieron en un santiamén y nos pusieron las bebidas en tiempo récord.
Lo único que yo quitaría del local son las pantallas con los deportes, porque generalmente me atosigan un poco, pero por lo demás... ¡el Lark Bar es perfecto! Por muchos más cócteles en el Lark. -
Este es uno de mis teatros favoritos en Madrid, por varias razones. La primera es que suele tener unas obras estupendas, y generalmente a unos precios bastante interesantones. Yo fui a ver La Cocina y aluciné porque, además de estar increíblemente bien montada, cuando entras al teatro flipas con cómo lo han adaptado al espectáculo.
Pero es que además, el Valle Inclán está a escasos 100 metros de la boca de Metro de Lavapiés, y rodeado de una enorme cantidad de bares, restaurantes y sitios en los que esparcirse ya sea antes o después de la obra. -
Salíamos del Kiyomizu-Dera y yo tenía un poquillo de gusilla de algo dulce, así que según pasamos por esta tienda de helados, no pude resistirme ni un poquito, y entré a comprar uno. Son los típicos polos de fruta natural que están deliciosos.
Yo pedí uno de limón, y fue una sensación. ¡Jo, lo que sabía a limón! Encima hacía tanto calor que me supo a gloria. La tienda está situada en una callecita muy mona de las que da acceso al templo, ¡no os la perdáis! -
El Mistura es caro. Bastante caro. Un tarrina mediana sale por 3,60€, que vienen a ser 600 pesetas, de esas que usábamos antes. Si hace diez años te digo que un helado va a costar seiscientas pelas te meas de la risa. Pero con esto de los euros... es lo que hay.
Sin embargo, uno las paga encantado. ¿Cuánto cuesta un helado de una marca random comercial tipo Frigo o Nestlé? Un par de euros. En comparación, aquí te estás tomando un helado magnífico, elaborado con productos artesanales. Me vas a perdonar, pero merece mucho la pena esos 1,60€ extra.
Por otro lado, me alegro también de que los aledaños a la plaza Mayor estén desarrollando negocios que no sean una auténtica trampa para turistas, sino que vendan cosas ricas y de calidad. -
Yo moría por ir a un café de búhos, pero para mi desgracia... parece ser que tienes que reservar con bastante antelación, y nosotros no lo sabíamos. Así que tuvimos que conformarnos con un buen café de gatos a la vieja usanza, como este.
Contratamos (con bastante poco tino) una hora, en la que se incluyen bebidas a discreción (todas las sacas ahí de una fuente de bebidas frías u otra de bebidas calientes) y se incluye también una chuchería para gatos, que es una piruleta --yo creo-- de caldo de pescado, pero que con todo lo que les gusta bien parece que lleve cocaína para gatos dentro.
Los gatos son una monada, todos de raza, y te hacen muchísimo caso durante los 10-15 minutos que te dura la chuchería en las manos. Después, pasan de ti olímpicamente, y se desplazan hacia los nuevos incautos que traen chucherías todavía enteras o que compran chucherías extra: hay una enorme variedad para elegir y supongo que, entre otras cosas, es de eso de lo que precisamente vive el café.
A los gatos se les puede tocar pero no coger. Eso sí, como experiencia, la verdad, mola. -
¿Cómo? ¿Que hay una tienda que tiene chucherías de todas partes del mundo? ¡¡¡Allá que voy!!! Como no me gusta el dulce...
Y allá que fui, y aluciné. No es barata, pero es cierto que puedes encontrar chuches de todos los puntos del planeta. Desde España hasta Nueva Zelanda, pasando por Etiopía. Tienen chuches de todas las formas, colores y sabores. ¡Encima está en mitad de Takeshita Street, es imperdible! -
El mismo día que estuvimos por primera vez en el Aiiro Café lo bautizamos inmediatamente: "la esquinita". Y es que esta esquina es un poco "the place to be" en Tokio cuando buscas ambiente gay. ¡No hay nada igual! Ya sabéis que salir por el ambiente gay en Tokio es complicado (no siempre sabes dónde están los bares, o no siempre te dejan entrar porque eres occidental y no saben muy bien qué demonios hacer contigo) así que este lugar es un buen sitio para empezar la noche y hacer algunos contactos que después te puedan enseñar sus descubrimientos de la noche tokiota, como el Arty-Farty o el Dragon Men.
En esta esquina se mezcla un buen número de japoneses y occidentales, y siempre suele haber muy buen rollo. La gente charla mucho y hay ambiente casi cualquier día de la semana. Los camareros son un amor... siempre que los trates con respeto. Y en el staff hay un par de personas angloparlantes nativas, que también es un plus.
Como último plus... ¡cogen tarjeta! Es un poco complicado el tema, pero te cobran con tarjeta. Copas y cervezas andan sobre los 700 Yenes.